Lo que realmente hace destacar el mérito del director es su capacidad de obtener un inquietante trhiller psicológico por medio de una estética visual más bien estática, además de clásica. Con esta película, no sólo ha dejado de estar encasillado en el trhiller mafioso, sino que muchos de los saltos temporales y giros de la realidad que hay en ella impactan igual o más que cualquier disparo o subida de volumen en los momentos más críticos.
Ahora bien, dicha emotividad sólo se consigue con un buen reparto y, si se cuenta con dos leyendas como Kingsley y Max Von Sydow, ya tienes mucho ganado. No sólo han adaptado a la perfección sus roles, sino que siguen sabiendo cómo acaparar la pantalla con la sutileza que les caracteriza. También cabe destacar, como no, la interpretación del protagonista, Leonardo DiCaprio. Scorsese vuelve de nuevo a dirigir a este actor de modo en que éste pueda dar a conocer sus indudables tablas. Y es que, una vez más, DiCaprio nos demuestra su gusto por los retos al interpretar uno de los personajes más complejos de la obra literaria de Lehane.
Creo que, si en algo pecó Scorsese, fue quizás abusar del uso del flashback para recalcar algo evidente: el desquiciamiento del protagonista. Además de resultar algo repetitivo, puede llegar a despistar y no dejar ver el trabajo interpretativo de DiCaprio respecto a la evolución que sufre el personaje a lo largo de la historia. Añadir también que, debido a la larga duración del metraje y las diferentes condensaciones de contenido que se dan en él (en las que debes estar muy atento, para la reconstrucción posterior de la historia), se echa de menos momentos de silencio.
Shutter Island, en conclusión, es una clara apuesta por la que el género clásico también puede avanzar hacia adelante. Puede que no sea la mayor obra de Scorsese, ¡pero qué obra menor!
0 comentarios:
Publicar un comentario